Abuela, Otra vez pensado en ti, como en cada momento que pasa. Sigo con los ojos empañados en lágrimas porque esas no me han abandonado desde que te fuiste. Cuando se cumplió el mes de tu marcha fui demasiado cobarde para escribirte y pensé: "lo haré cuando sean dos" . Sin embargo, he sido demasiado impaciente para eso. Ver los primeros copos de nieve cubrir Caimodorro y la ermita me sigue produciendo la misma angustia que durante los últimos once inviernos. Esos en los que no hemos sido capaces de apreciar ni por un segundo la belleza de un paisaje nevado. Esos once años en los que se convirtió en una obsesión mirar por la ventana para comprobar si seguía nevando. En los que el papá se levantaba constantemente a lo largo de la noche, si llegaba a acostarse, para comprobar si la carretera estaba cubierta de nieve. Todo ello porque tu vida dependía de que al día siguiente pudieras hacer ese viaje que te mantenía con vida y al mismo tiempo consumía tu energía. No fui capaz de ...