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Mostrando entradas de noviembre, 2020

Oppresus

Al igual que cada una de las veces que comienzo a escribir, me encuentro ante una hoja en blanco invitándome a plasmar sobre ella cada una de las ideas que se encuentran en mi pensamiento. El bolígrafo comienza a deslizarse sobre ella y la tinta azul ensucia progresivamente ese brillo del blanco impoluto, que lucía tan solo unos segundos antes, con el trazo irregular de mi caligrafía. Sin embargo, las palabras no acaban de tomar forma en mi mente. Sé perfectamente cómo me siento, pero no cómo plasmar estas palabras por escrito. Para comenzar, puedo afirmar que llorar es la única acción que tiene sentido en este instante para mí. Sin embargo, mis lagrimas se han empeñado en no brotar libremente de mis ojos. Una fuerza extraña oprime mi garganta, me asfixia. Siento como cada una de las células de mi cuerpo necesita de ese oxígeno que no reciben. Intento zafarme de esa opresión que hay sobre mi garganta, pero no soy capaz de lograrlo. Mis manos no pueden luchar contra una fuerza invisible

Una última vez a ti

Sé que algún día abriré los ojos y seré capaz de formular en voz alta todos esos pensamientos fugaces que habitualmente pasan por mi mente. Ese día seré capaz de hablar de sentimientos, de cómo tu mera presencia remueve mis entrañas. Con mis palabras lograré hacerte entender el efecto que tiene sobre mí cada una de tus miradas. Podré explicarte que cada una de tus caricias me hace sentir que somos sólo uno. Ese día seré capaz de detener tu tiempo como cada uno de tus besos detiene el mío. Sin embargo, esa cobardía que me impide aceptar mis sentimientos es la misma que te hace a ti dudar de ellos. Es esa fuerza incomprensible que no nos permite adentrarnos en el juego, que evita que arriesguemos en la partida. Es el temor fundado hacia lo desconocido lo que puede llevar a que todo acabe sin llegar a ser. Son esos miedos los que nos pueden llevar a otro orden de pensamientos que se encuentran en la línea opuesta; si bien, no serán los pensamientos los únicos que acaben en la línea opuest

Razón o emoción

Siento la calidez húmeda de una lágrima resbalar por mi rostro. Es esa la única lágrima valiente capaz de aflorar tímidamente de mis ojos vidriosos. Esa racionalidad que ha representado siempre mi carácter impide que el resto de sus compañeras broten al unísono. El dolor inunda mi pecho, pero no puedo permitirme el lujo de que alguien más lo perciba. No. Jamás reconoceré que eres el responsable de esa sensación de vacío que se ha instalado en mi organismo en este preciso instante. Evidentemente, no seré capaz de reconocerlo porque se escapa de cualquier explicación racional y, por supuesto, aquello que no se puede explicar desde la razón, no existe. A pesar de esta idea, todavía desequilibra más mis sentimientos ser consciente de que este mismo pensamiento puede cruzar fugazmente también por tu cabeza. Sí. Sé perfectamente que esa racionalidad compartida me precipitó sin retorno a la irracionalidad. ¿Cómo puedes ser tan idiota? Esta es la pregunta que no me permite respirar. La que b

Sumando partidas

Es sábado y el reloj de péndulo dorado situado sobre el mueble del salón marca las 17 horas. El tiempo propio del mes de Noviembre acompaña para que podamos degustar ese tazón de chocolate bien caliente que tanto me encanta en estos días. Sin embargo, hoy no suena el timbre que anuncia tu inconfundible llegada. De cualquier modo, yo tampoco estoy allí para escucharlo, ni para comerme ese tazón de chocolate. ¿Cómo ha sido posible siempre tal puntualidad? Si me refiriese a otra persona pensaría que estaba esperando en la puerta a que fuese la hora, pero sólo tú serías capaz de cronometrar la llegada. A pesar de ello, estoy convencida de que un timbre habrá sonado en alguna parte en este preciso instante. Seguro que la otra María te está esperando con los brazos abiertos, un café con leche y la baraja sobre la mesa. Me parece increíble estar, poco más de un año después, plasmando de nuevo por escrito las ideas que cruzan por mi mente. Vuelvo a ser consciente de la irracionalidad, pero pri