Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2020

Nodus Tollens

  CAPÍTULO I: SILENCIO El trinar de los pájaros es el único sonido que se escucha en el espacio en el que me encuentro. Miro a mi alrededor. El paisaje que se descubre ante mis ojos es imponente, tan bello e intimidante al mismo tiempo que solamente la naturaleza podría haberlo creado, y mantenerse allí donde la mano del hombre todavía no ha llegado. En la lejanía puedo apreciar cómo una cascada rasga las rocas sin cesar, pero se encuentra lo suficientemente lejos como para oír el ruido del agua deslizarse por la piedra, rompiendo en el lago de agua cristalina que queda a sus pies. A su alrededor un bosque frondoso, que tan apenas deja percibir un rayo de luz, intimida a quien pretende adentrarse en él. -         ¿Cómo he llegado hasta aquí? – formulo la pregunta en voz alta, pero en realidad no espero que nadie me responda. Estoy sólo en este extraño paraje. -         Porque solamente tú has sido elegido para descubrirme – me responde una voz suave, pero que al mismo tiempo su

Réplicas

La duración de las réplicas de un terremoto, ¿pueden prolongarse en el tiempo más que el propio terremoto? Esta es la pregunta que se cruza por mi mente mientras voy pasando distraídamente, y de forma sistemática, las hojas de la revista que acabo de coger mientras espero que llegue el autobús que ya lleva más de un cuarto de hora de retraso. Desde que he puesto un pie en la estación, las imágenes que sucedieron hace un año no paran de pasar por mi mente a la velocidad de la luz. Las veo como si de la perspectiva de un espectador externo se tratase. Te veo con tu cabello rubio y rizado, un tanto alborotado, dando vueltas por el andén de la estación mientras hablas por teléfono con voz titubeante. Sólo yo sé que la persona con la que estás hablando soy yo misma porque cada minuto que se retrasa mi llegada sólo incrementa tus ganas de verme y tenerme entre tus brazos. De repente, has pausado el ritmo de tus pasos y te detienes con la mirada fija en la entrada de la estación. Un autobús b

Inconsecuencia tenaz

CAPÍTULO I: LLEGADA Una estrecha carretera de trazo sinuoso se despliega ante mis ojos. Apenas alcanzo a ver los próximos doscientos metros de trayecto puesto que una curva pronunciada a la derecha impide que pueda observar a una mayor distancia el itinerario que todavía me falta por recorrer. El firme de la calzada se desprende ante el mero roce de las ruedas y las líneas blancas que en un pasado marcaron el límite de la carretera se encuentran tan desgastadas que apenas son perceptibles; tan sólo queda alguna mera muestra que refleja que hace tiempo estuvieron ahí. Me encuentro tan concentrada en no salirme de la carretera en cada una de estas curvas y en intentar anticipar la posibilidad de que se aproxime otro vehículo en dirección contraria que no soy capaz de apreciar la belleza del paisaje que se interpone ante mis ojos. He logrado desviar ligeramente la mirada hacia el cielo y apenas alcanzo a ver la cumbre nevada de las montañas desprovistas de vegetación, debido a la altura,

Tú, no sólo en mis sueños

Es esa sonrisa inútil y estúpida la que temo. Sí, me refiero a esa sonrisa que sentencia la imposibilidad de retroceder en el momento en el que la sientes aparecer en tu rostro. Esa que anuncia que ya todo está perdido. Esa que ni siquiera es tan pronunciada como para que se puedan ver los dientes, pero que el brillo de la mirada que la acompaña dice más que la extensión de los labios. Es esa sonrisa la que ha vuelto de un modo que no podía esperar y que de nuevo trae consigo esa sensación de vértigo por arriesgar. Vuelve la ilusión, y a su vez los miedos y las inseguridades. Esa maldita razón que trata de anteponerse siempre al corazón. Ha aparecido porque tú eres esa única persona capaz de generar en mí un cúmulo de sentimientos tan diferentes. Nunca entenderé por qué cuando te tengo sólo quiero dejarte marchar, pero te anhelo cuando no estás. Es en esta última situación cuando no abandonas mi mente ni por un ligero instante, cuando esos momentos compartidos se abren camino entre mis

Oppresus

Al igual que cada una de las veces que comienzo a escribir, me encuentro ante una hoja en blanco invitándome a plasmar sobre ella cada una de las ideas que se encuentran en mi pensamiento. El bolígrafo comienza a deslizarse sobre ella y la tinta azul ensucia progresivamente ese brillo del blanco impoluto, que lucía tan solo unos segundos antes, con el trazo irregular de mi caligrafía. Sin embargo, las palabras no acaban de tomar forma en mi mente. Sé perfectamente cómo me siento, pero no cómo plasmar estas palabras por escrito. Para comenzar, puedo afirmar que llorar es la única acción que tiene sentido en este instante para mí. Sin embargo, mis lagrimas se han empeñado en no brotar libremente de mis ojos. Una fuerza extraña oprime mi garganta, me asfixia. Siento como cada una de las células de mi cuerpo necesita de ese oxígeno que no reciben. Intento zafarme de esa opresión que hay sobre mi garganta, pero no soy capaz de lograrlo. Mis manos no pueden luchar contra una fuerza invisible

Una última vez a ti

Sé que algún día abriré los ojos y seré capaz de formular en voz alta todos esos pensamientos fugaces que habitualmente pasan por mi mente. Ese día seré capaz de hablar de sentimientos, de cómo tu mera presencia remueve mis entrañas. Con mis palabras lograré hacerte entender el efecto que tiene sobre mí cada una de tus miradas. Podré explicarte que cada una de tus caricias me hace sentir que somos sólo uno. Ese día seré capaz de detener tu tiempo como cada uno de tus besos detiene el mío. Sin embargo, esa cobardía que me impide aceptar mis sentimientos es la misma que te hace a ti dudar de ellos. Es esa fuerza incomprensible que no nos permite adentrarnos en el juego, que evita que arriesguemos en la partida. Es el temor fundado hacia lo desconocido lo que puede llevar a que todo acabe sin llegar a ser. Son esos miedos los que nos pueden llevar a otro orden de pensamientos que se encuentran en la línea opuesta; si bien, no serán los pensamientos los únicos que acaben en la línea opuest

Razón o emoción

Siento la calidez húmeda de una lágrima resbalar por mi rostro. Es esa la única lágrima valiente capaz de aflorar tímidamente de mis ojos vidriosos. Esa racionalidad que ha representado siempre mi carácter impide que el resto de sus compañeras broten al unísono. El dolor inunda mi pecho, pero no puedo permitirme el lujo de que alguien más lo perciba. No. Jamás reconoceré que eres el responsable de esa sensación de vacío que se ha instalado en mi organismo en este preciso instante. Evidentemente, no seré capaz de reconocerlo porque se escapa de cualquier explicación racional y, por supuesto, aquello que no se puede explicar desde la razón, no existe. A pesar de esta idea, todavía desequilibra más mis sentimientos ser consciente de que este mismo pensamiento puede cruzar fugazmente también por tu cabeza. Sí. Sé perfectamente que esa racionalidad compartida me precipitó sin retorno a la irracionalidad. ¿Cómo puedes ser tan idiota? Esta es la pregunta que no me permite respirar. La que b

Sumando partidas

Es sábado y el reloj de péndulo dorado situado sobre el mueble del salón marca las 17 horas. El tiempo propio del mes de Noviembre acompaña para que podamos degustar ese tazón de chocolate bien caliente que tanto me encanta en estos días. Sin embargo, hoy no suena el timbre que anuncia tu inconfundible llegada. De cualquier modo, yo tampoco estoy allí para escucharlo, ni para comerme ese tazón de chocolate. ¿Cómo ha sido posible siempre tal puntualidad? Si me refiriese a otra persona pensaría que estaba esperando en la puerta a que fuese la hora, pero sólo tú serías capaz de cronometrar la llegada. A pesar de ello, estoy convencida de que un timbre habrá sonado en alguna parte en este preciso instante. Seguro que la otra María te está esperando con los brazos abiertos, un café con leche y la baraja sobre la mesa. Me parece increíble estar, poco más de un año después, plasmando de nuevo por escrito las ideas que cruzan por mi mente. Vuelvo a ser consciente de la irracionalidad, pero pri

En el recuerdo

Abuela, Otra vez pensado en ti, como en cada momento que pasa. Sigo con los ojos empañados en lágrimas porque esas no me han abandonado desde que te fuiste. Cuando se cumplió el mes de tu marcha fui demasiado cobarde para escribirte y pensé: "lo haré cuando sean dos" . Sin embargo, he sido demasiado impaciente para eso. Ver los primeros copos de nieve cubrir Caimodorro y la ermita me sigue produciendo la misma angustia que durante los últimos once inviernos. Esos en los que no hemos sido capaces de apreciar ni por un segundo la belleza de un paisaje nevado. Esos once años en los que se convirtió en una obsesión mirar por la ventana para comprobar si seguía nevando. En los que el papá se levantaba constantemente a lo largo de la noche, si llegaba a acostarse, para comprobar si la carretera estaba cubierta de nieve. Todo ello porque tu vida dependía de que al día siguiente pudieras hacer ese viaje que te mantenía con vida y al mismo tiempo consumía tu energía.  No fui capaz de

Ya son dos

Abuela, los viernes por la noche se han convertido en una auténtica pesadilla. Suponen el inicio de una nueva cuenta. La cuenta de las semanas que hace que ya no te veo, que ya no te escucho.  Al llegar esta noche a casa, después de haber estado todo el verano subiendo corriendo a ver si estaba todo en orden, la primera intención ha sido ir corriendo hacia tu cama para comprobar si tú estabas ahí, pero no. El vacío ha inundado toda mi alma. Y mira que la semana pasada me prometí no estar haciendo lo mismo esta, escribiéndote como si me fueras a leer, pero no lo he podido evitar. Ha sido tan extraña la sensación al entrar en casa... y, no voy a negarlo, he sentido tanto miedo también.  Pero no todo ha sido triste. Al pasar por la puerta del horno de la Enriqueta nos he visto en aquellas noches de verano, cuando yo era una enana, y me iba de paseo contigo y la tía Patro, para después sentarnos a la fresca. Me viene a la mente cuando íbamos con ella, siempre tan única también, y cogíamos