Abuela,
Otra vez pensado en ti, como en cada momento que pasa. Sigo con los ojos empañados en lágrimas porque esas no me han abandonado desde que te fuiste.
Cuando se cumplió el mes de tu marcha fui demasiado cobarde para escribirte y pensé: "lo haré cuando sean dos". Sin embargo, he sido demasiado impaciente para eso.
Ver los primeros copos de nieve cubrir Caimodorro y la ermita me sigue produciendo la misma angustia que durante los últimos once inviernos. Esos en los que no hemos sido capaces de apreciar ni por un segundo la belleza de un paisaje nevado. Esos once años en los que se convirtió en una obsesión mirar por la ventana para comprobar si seguía nevando. En los que el papá se levantaba constantemente a lo largo de la noche, si llegaba a acostarse, para comprobar si la carretera estaba cubierta de nieve. Todo ello porque tu vida dependía de que al día siguiente pudieras hacer ese viaje que te mantenía con vida y al mismo tiempo consumía tu energía.
No fui capaz de articular palabra alguna mientras veía caer esos copos sentada al lado del calor del fuego. En mi sitio abuela, siempre al lado del tuyo. Sin embargo, a pesar de no lograr abrir la boca, todos nos entendimos con una mirada. Esta nevada ya no va a impedir tu viaje, simplemente porque no tienes que hacerlo. Esta vez el papá no va a levantarse a mirar por la ventana. Si mañana está la carretera cubierta de nieve no nos supondrá un problema, porque tú ya no lo necesitas, porque tú ya estás segura allá donde quiera que estés. Sin embargo, yo creo que esta obsesión con esa manta blanca tan bella, y que entraña tantas dificultades al mismo tiempo, va a permanecer siempre presente. La nieve también será parte de tu recuerdo. Una parte de tu memoria estará siempre en cada copo que vea caer.
¡Qué bronca me llevé aquella vez que tuve la maravillosa idea de ponerme a hacer un ángel en la nieve en el rincón de las flores! ¿A quién se le ocurre? ¡A la hora de hacer la comida y justo en frente de la ventana de la cocina!
Como siempre abuela, los recuerdos de los momentos buenos y también de los malos.
Madre sólo hay una, pero tú siempre serás una madre para mí. Eso sí que no lo cambiará nadie jamás.
Te adoro abuela. Allá dónde quiera que estés, pero siempre en mi recuerdo.
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