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Oppresus

Al igual que cada una de las veces que comienzo a escribir, me encuentro ante una hoja en blanco invitándome a plasmar sobre ella cada una de las ideas que se encuentran en mi pensamiento. El bolígrafo comienza a deslizarse sobre ella y la tinta azul ensucia progresivamente ese brillo del blanco impoluto, que lucía tan solo unos segundos antes, con el trazo irregular de mi caligrafía. Sin embargo, las palabras no acaban de tomar forma en mi mente. Sé perfectamente cómo me siento, pero no cómo plasmar estas palabras por escrito.

Para comenzar, puedo afirmar que llorar es la única acción que tiene sentido en este instante para mí. Sin embargo, mis lagrimas se han empeñado en no brotar libremente de mis ojos. Una fuerza extraña oprime mi garganta, me asfixia. Siento como cada una de las células de mi cuerpo necesita de ese oxígeno que no reciben. Intento zafarme de esa opresión que hay sobre mi garganta, pero no soy capaz de lograrlo. Mis manos no pueden luchar contra una fuerza invisible, incorpórea y aparentemente inexistente. Pero yo soy plenamente consciente de su existencia. Sí, ahí está, impidiéndome respirar.

Si al menos tuviese la capacidad de romper ese nudo y un ligero soplo de aire fresco penetrase en mi organismo... El problema es que tú eres ese ligero soplo de aire fresco y el nudo que debería romper es el que me une a ti. Entonces, ¿cómo voy a romper el nudo que me une a mi soplo de aire fresco? En caso de romperlo, ¿continuaría teniendo intacto el nudo que oprime mi garganta?

Mientras estos pensamientos rondan por mi mente carente de oxígeno, has regresado insuflando esa muestra de aire envenenado que no hace más que ralentizar la agonía, haciéndola más intensa. Pero yo, moribunda así como me encuentro y sedienta de ese elixir que me mantiene con vida, bebo de ese veneno que no hará más que causar un dolor incesante y perpetuo.

En el mismo instante en que roza mis labios, siento aflojarse el nudo de mi garganta. Siento como el oxígeno avanza a lo largo de todo mi cuerpo permitiendo a cada una de las células recuperar una mínima parte de su energía. Sin embargo, soy plenamente consciente de que ese oxígeno está emponzoñado. Sé perfectamente que no sólo es vida el avance que siento en el interior de mi organismo. Este avance no tardará en mostrar el caro precio que tengo que pagar por el aire.

Tras unos segundos, en los que he podido sentir la vida, comienzo a sentir el efecto de ese veneno que acompañaba al aire. Esa sensación de bienestar que inundaba mi organismo hace tan solo unos instantes se ha convertido progresivamente de nuevo en asfixia, pero esta es todavía más acusada. La opresión sobre mi garganta se torna más insoportable a cada segundo que pasa y sé perfectamente que el único modo de que se vuelva más liviana se encuentra en que tú me proporciones de nuevo mi oxígeno. Sin embargo, también soy plenamente consciente de que este se encontrará de nuevo cargado de veneno e irá minando mis posibilidades de supervivencia paulatinamente.

A pesar de ello, hay una aspecto sobre el que no tengo certeza alguna y este es el tiempo durante el cual lograré mantener esta agonía. Durante cuánto tiempo mi organismo será capaz de soportar esa sensación de vida seguida en tan sólo un segundo del dolor que causa la ponzoña. Durante cuánto tiempo mis venas serán capaces de dilatarse para posteriormente volver a contraerse. Cuánto tiempo tardará la evolución de la presión en ser insostenible, resquebrajando el corazón en fragmentos irrecuperables.



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