Es sábado y el reloj de péndulo dorado situado sobre el mueble del salón marca las 17 horas. El tiempo propio del mes de Noviembre acompaña para que podamos degustar ese tazón de chocolate bien caliente que tanto me encanta en estos días. Sin embargo, hoy no suena el timbre que anuncia tu inconfundible llegada. De cualquier modo, yo tampoco estoy allí para escucharlo, ni para comerme ese tazón de chocolate. ¿Cómo ha sido posible siempre tal puntualidad? Si me refiriese a otra persona pensaría que estaba esperando en la puerta a que fuese la hora, pero sólo tú serías capaz de cronometrar la llegada.
A pesar de ello, estoy convencida de que un timbre habrá sonado en alguna parte en este preciso instante. Seguro que la otra María te está esperando con los brazos abiertos, un café con leche y la baraja sobre la mesa. Me parece increíble estar, poco más de un año después, plasmando de nuevo por escrito las ideas que cruzan por mi mente. Vuelvo a ser consciente de la irracionalidad, pero prima el sentimiento.
¿Quién lo podía tan siquiera pensar? Cuando he empezado a ver indicios de la noticia, los he recibido con una frialdad que incluso a mí me ha sorprendido, pero a medida que van pasando las horas me doy cuenta de que no ha sido más que incredulidad. ¿Cómo iba a ser cierto que nos has dejado? ¿Acaso tú no eras inmortal? Seguimos sumando preguntas estúpidas a la lista de Rosana, que no llevábamos pocas...
Tú, mejor que nadie, conoces los momentos difíciles que hemos vivido en esta familia en los últimos años, pero siempre has estado ahí, acompañándonos. Continuando con las preguntas... ¿Cuántas veces me he desahogado contigo y te he hecho partícipe de todas esas ideas que me atormentaban? Pocas personas mejor que tú han conocido mis pensamientos, y en especial mis miedos. Nunca nos has faltado en esos momentos que necesitábamos ayuda y no había más que decírtelo. Todos sabíamos que tu apoyo iba a estar presente, aunque también en cada celebración, a pesar de que por desgracia de esas no hemos tenido muchas. Todavía teníamos la última tarta de cumpleaños esperando y eso que una de las últimas veces que nos vimos fue con otra delante.
Siempre has sido una más en esta casa y es por eso que no puedo dejar de darle vueltas a la compañía que has supuesto para todos. Has estado ahí en cada momento que recuerdo, y eso hace que en esta ocasión me vaya con una extraña intranquilidad. Créeme, no va a pasar desapercibido el silencio de cada llamada, de cada visita... ¡las innumerables ocasiones que preguntó el abuelo por qué no venías durante el aislamiento!
Desde que comenzó todo esto quienes te conocemos bien hemos sido conscientes de cómo te estaba afectando, pero jamás imaginé que este sería el desenlace. ¡Ha sido todo tan rápido! Pero me quedo con la idea de que ha sido como querías... sin haber robado vida a tus sobrinos (sé que sabes a qué me refiero).
Ojalá hubiese podido despedirme de ti cómo te mereces. Busca a la otra María, que seguro que te ha echado de menos este tiempo, y dale un besazo de nuestra parte. Hace un año le prometí enviarle un beso, pero no hubiese pensado nunca que tú fueras la intermediaria.
Descansa en paz.
Comentarios
Publicar un comentario