Ir al contenido principal

Sin razón...

Qué equivocados estamos cuando creemos ser poseedores de la única verdad, coincidente con una realidad que únicamente está presente en nuestra imaginación. Qué poca capacidad de dotar de perspectiva la realidad tenemos cuando pensamos que aquello que está en nuestra cabeza es lo único totalmente cierto. ¡Y qué ciegos al no ver todo lo que se muestra! Porque en realidad no está oculto, sólo nos engañamos en taparlo con un fino velo.

Pero lo más lamentable es que en numerosas ocasiones sólo somos conscientes del límite de ocultación de la realidad que ha reflejado nuestra mente cuando el transcurso del tiempo nos ha obligado a cambiar de perspectiva. Sin embargo, en numerosas ocasiones, esta nueva perspectiva implica una visión más cruel, y ahora sí, certera, de esa realidad que en otro tiempo nos empeñábamos en ver.

¿Qué más da si transcurrido el tiempo somos conscientes de nuestros errores? ¿Qué importa a tiempo vencido entender esa realidad, si los sentimientos ya no tienen cabida? Lo realmente importante en ese momento es no repetir el mismo error, aunque ahora te posiciones en el lado opuesto. O aunque quizá estés en el mismo lugar, pero ahora sí que sea realidad aquello que en otro tiempo interpretabas como tal. Si bien ya no sé, en qué punto se encuentra esa fina línea que separa la realidad con la imaginación.

Lo único que sé a ciencia cierta es que no puede ser más difícil interpretar la emoción. Que nunca es posible saber dónde está la realidad y dónde la ficción cuando se trata de entender la del otro. Y que esa misma cuestión, es la que pasa infinitamente por tantas mentes.

Y que poco importa lo que yo escriba aquí y ahora cuando poco importa lo que siento. Porque el mismo valor tiene las palabras que el sentimiento cuando a este no se le dota de valor... Y menos si cabe, cuando no se muestra intención de interpretar su exposición.


Comentarios

Entradas populares de este blog

A ti, abuelo

"Esta vida es una mentira" Abuelo, no creas que no le estoy dando vueltas a esa frase en estas últimas semanas desde que nos dejaste y sólo llego a una única conclusión: es una mentira que nos va quitando aquello que nos ha estado dando; nos engaña con una falsa felicidad que después nos roba. Ya sabías tú de lo que hablabas... Ya habías sufrido tú sus efectos antes de que los demás llegáramos. Esa increíble felicidad que vivimos cuando somos niños; esa visión distorsionada del mundo que además se ve reforzada por quienes nos acompañan, se va diluyendo a lo largo de la vida. Pero tengo muy claro que yo no sería la persona que soy a día de hoy si esa felicidad no se hubiera construido entre vosotros, entre la abuela y tú. Sí abuelo, porque lo que es de la abuela, es del abuelo (¡y lo que te gustaba llamarla abuela porque sabías que a ella le molestaba!). No hay día en el que no me acuerde de vosotros... Ya sé que te estaba esperando la abuela allá donde tu Rosita no te ha acom...

Una última vez a ti

Sé que algún día abriré los ojos y seré capaz de formular en voz alta todos esos pensamientos fugaces que habitualmente pasan por mi mente. Ese día seré capaz de hablar de sentimientos, de cómo tu mera presencia remueve mis entrañas. Con mis palabras lograré hacerte entender el efecto que tiene sobre mí cada una de tus miradas. Podré explicarte que cada una de tus caricias me hace sentir que somos sólo uno. Ese día seré capaz de detener tu tiempo como cada uno de tus besos detiene el mío. Sin embargo, esa cobardía que me impide aceptar mis sentimientos es la misma que te hace a ti dudar de ellos. Es esa fuerza incomprensible que no nos permite adentrarnos en el juego, que evita que arriesguemos en la partida. Es el temor fundado hacia lo desconocido lo que puede llevar a que todo acabe sin llegar a ser. Son esos miedos los que nos pueden llevar a otro orden de pensamientos que se encuentran en la línea opuesta; si bien, no serán los pensamientos los únicos que acaben en la línea opuest...