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A ti, abuelo

"Esta vida es una mentira"

Abuelo, no creas que no le estoy dando vueltas a esa frase en estas últimas semanas desde que nos dejaste y sólo llego a una única conclusión: es una mentira que nos va quitando aquello que nos ha estado dando; nos engaña con una falsa felicidad que después nos roba. Ya sabías tú de lo que hablabas... Ya habías sufrido tú sus efectos antes de que los demás llegáramos.

Esa increíble felicidad que vivimos cuando somos niños; esa visión distorsionada del mundo que además se ve reforzada por quienes nos acompañan, se va diluyendo a lo largo de la vida. Pero tengo muy claro que yo no sería la persona que soy a día de hoy si esa felicidad no se hubiera construido entre vosotros, entre la abuela y tú. Sí abuelo, porque lo que es de la abuela, es del abuelo (¡y lo que te gustaba llamarla abuela porque sabías que a ella le molestaba!). No hay día en el que no me acuerde de vosotros...

Ya sé que te estaba esperando la abuela allá donde tu Rosita no te ha acompañado. Hace tres años ya que nos dejó y en ese momento no pensé que tú fueras a continuar tanto tiempo con nosotros. Desde el momento en el que te dijimos que había fallecido te veía dejándote ir, luchando para reunirte con ella; pero al final no sé de dónde sacaste fuerzas para continuar a nuestro lado (y para vivir en estos tiempos de locos, de los que no sé hasta qué punto te enteraste). Ni para llegar al punto de que tu prima María se fuera antes (seguro que ya habéis discutido más de una vez, la primera por no avisarte de que se iba).

Recuerdo el día que entró la abuela por la puerta del comedor en silla de ruedas, después de empezar con la diálisis: las caras del abuelo y de la nieta fueron el mismo poema. A los dos se nos saltaban las lágrimas de los ojos, pero no nos atrevíamos a articular palabra. Yo creo que ese fue el punto de inflexión para ambos, en el que nos dimos cuenta de que ella no iba a cuidar de nosotros eternamente.

A partir de ese momento empezaron mis noches de silencio absoluto para ser consciente de vuestra respiración. Pero aunque hemos vivido momentos difíciles, ahora mismo sólo cobran vida en mi mente aquellos en los que llegaba a casa del colegio y tú estabas en el balcón de arriba silbando los gozos de la Virgen, mientras la abuela me preparaba la merienda; o en el huerto de conversación con Félix, o contándonos algunos de tus "romances". Créeme, esos mientras yo viva, vivirán conmigo. Sí abuelo, porque: "la verdad, pah' su abuela", "Salvador, miau", "ni por mucho calor la manta, ni por muy harto la merienda", "los ranglajos", "en mi casa no comemos, pero nos reímos más..." y un largo etcétera, no van a desaparecer nunca de mi cabeza (y el tono tampoco).

Dale un beso enorme a la abuela, porque el coco no se olvidará nunca de vosotros.



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