5:45 a.m. Todavía falta una hora y media para que ese sonido inconfundible y estrepitoso del despertador me obligue a levantarme de la cama. Pero ahí estoy yo, con los ojos abiertos como platos, sabiéndome completamente incapaz de conciliar el sueño de nuevo. Temerosa de que llegue la hora de levantarme, porque sé lo que vendrá después. Ya ha pasado un minuto… ¡Ojalá pudiera parar el tiempo! Yo, fan del mundo de Harry Potter desde que abrí un libro, sueño despierta con tener en mi mano el giratiempo que me permita alargar esta espera agonizante. Prefiero mil veces estos nervios de preocupación si los comparo con la idea preconcebida del día que me espera por delante. Sé que todavía no ha comenzado, pero también sé que no distará mucho de cómo fue el de ayer, ni el de anteayer, ni ninguno de los días desde que empezó este curso. Además, cuando llegue a casa hoy habré sobrevivido a los exámenes de historia e inglés, junto con una hora de clase de música y otra de educación física, ...