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Respirar tranquilidad



Respirar. Un aire tan puro como gélido cala en mis entrañas a cada inspiración que me siento obligada a realizar. Un oxígeno cortante y tan pesado como el acero recorre cada una de mis células mientras estoy aquí.

Tranquilidad. Ese sentimiento que inunda todo mi ser cuando cierro los ojos en este lugar. Aquí, donde el silencio es el único sonido que perciben mis oídos.

Un sonido que solamente es roto por el silbar de ese viento gélido y cortante.

Estar aquí me otorga la posibilidad de respirar tranquilidad.

Sé que en el momento en el que me decida a abrir los ojos tendré la posibilidad de vislumbrarte en todo tu esplendor. Es una imagen que he visualizado tantas veces que no tengo la necesidad de abrir los ojos para poder contemplarla de nuevo. Ahora cubierta de un aura invernal.

Sin embargo, también soy consciente de que es tal el esfuerzo que conlleva llegar hasta aquí en este momento que somos pocos los privilegiados que podemos disfrutar de toda tu magnificencia.

Abro los ojos y se despliega ante mi mirada una estampa puramente invernal. En el horizonte, e independientemente del punto cardinal hacia el que dirija mis ojos, las cumbres se encuentran cubiertas de nieve. Conforme voy acercando mi mirada hacia el punto en el que me encuentro soy capaz de distinguir esa manta de vegetación que habitualmente cubre estas montañas y que ahora luce blanca. Y en el centro de esta estampa puedo ver, tan diminutas como si fueran hormigas desde esta distancia, cada una de tus casas presididas por esa imponente iglesia barroca. Esa que denota que tu pasado es tan diferente de tu presente.

Sin embargo, esta estampa tan majestuosa me ofrece un panorama desolador en el instante en el que miro con detenimiento cada una de las chimeneas que reflejan vida en un hogar. Son tan escasas las columnas de humo que se alcanzan a apreciar que empiezo a calcular. Pero estas cuentas desvían mi pensamientos, si bien en la misma dirección. Soy consciente de que cuando pasee por tus calles la capa blanca que las cubre amortiguará mis pasos, eliminando cualquier posibilidad de romper el silencio. Soy consciente de que en esas callejuelas estrechas ya no quedan niños jugando con la nieve, como tampoco serán los creadores de maravillosos muñecos y ángeles que las decoren.

Entonces, si los niños son el futuro, ¿qué hay de tu futuro? ¿qué hay de nuestro futuro?



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