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Destino

Es ese capricho incomprensible del destino el que me aferra a ti.

Sí, no puede haber otro motivo para que la imagen de tu rostro esté conmigo allá donde quiera que yo esté. Esta es la única razón que se me puede ocurrir en esos breves intervalos en los que no estoy pensando en ti. Claro, que en realidad sigo pensando en ti… Pero al menos no en esa sonrisa de cabrón que refleja tu cara pero que a mi estúpida irracionalidad le encanta. Ni en esos labios que muero por besar a cada instante. Ni en esa voz que me pone nerviosa cada vez que la escucho. Ni en por dónde empezaría a desnudarte si te tuviera delante. Ni en cómo me gustaría que me follaras…

Tiene que ser un puto capricho del destino que mi capacidad de concentración se haya esfumado. Que esté comprobando a cada segundo si me has escrito… Sí, evidentemente en la mayor parte de las ocasiones, tengo la respuesta a ello incluso antes de revisarlo; NO. No me has escrito, y jamás sabré el por qué… Porque sé que tarde o temprano vas a volver a aparecer. Eso es lo que haces siempre, y lo que jamás llego a entender. Y lo que provoca irremediablemente que esté todavía más pendiente. Y lo que me lleva a estar todavía más enganchada a ti. A esa puta sonrisa de cabrón.

No, tiene que ser más que un capricho incomprensible del destino. Es el deseo de un ente maligno. Sin lugar a dudas, esa tiene que ser la razón. Es imposible encontrar otra explicación a que tu puta sonrisa de cabrón me acompañe a todas partes. ¿Cómo es posible que no sea capaz de dejar de pensar en alguien que sólo me produce dolor? Sí, es cierto que el dolor puede ser una emoción incluso más intensa que el amor, pero no pienso en ti como fuente de dolor. Solamente deseo tenerte a mi lado, o sobre mí, o debajo de mí… Besar cada parte de tu cuerpo; no dejar ni un centímetro de nuestros cuerpos sin recorrer… que me folles hasta que duela; que después lo recuerde por obligación a cada movimiento…



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